sábado, 5 de enero de 2013

Carta a un alma incomprensiva.


Querida madre, querida familia y querida gente desconocida. Me veo en la obligación de explicaros el sentido de esa música y de lo que es ella para mí y algunas personas.

Cuando estoy triste escucho música, cuando estoy feliz escucho música. Cuando pienso, me enfado, lloro o sonrío, sí estoy escuchando música. Sí el volumen está alto es que temo a mis propios pensamientos. Cuando suena Black o Death es que estoy enfadada, frustrada o luchando porque no me de ansiedad. Si la música es deprimente es que necesito poner nombre a lo que siento, además de no sentirme sola con mi anima.

Si la música es animada, es que estoy alegre y entusiasmada. Si es Metal a secas es que echaba de menos unas buenas guitarras. Si es Clásica. ¡silencio! ando estudiando. Cuando suena un buen tema Country es que estoy en paz conmigo mismo y relajada.

Quizás, no entendáis nada, pero ELLA es la única que no me abandona. Es la testigo de mis peores llantos y mis mejores carcajadas  De mis momentos de debilidad y máximo dolor interno. Me ha levantado el ánimo y a veces me lo ha rematado y hundido. Rellena los vacíos de mi alma y pone sonido a los más solos y oscuros silencios. Con ella la vida tiene otra perspectiva, otros olores y sabores, y una banda sonora original propia.

Ella es mi mejor guerrera cuando en mi mente se acumula la duda, la confusión o el más perfecto caos. Sabe batallar contra mis instintos autodestructivos y me ayuda a no padecer muchas noches de insomnio. Pero, cuando las hay las ameniza.

Querida familia, no intentéis privarme de aquello que me salva la vida. Mi música, mi oxígeno. MI MÚSICA, MI VIDA.



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